martes, 24 de mayo de 2011

Restauración de pinturas murales en Teotihuacán

Entre los múltiples elementos iconográficos que las culturas prehispánicas dejaron plasmados en escenas, pictogramas, imágenes y otros elementos que conforman este legado cultural, se encuentran una gran cantidad de muros en las diversas edificaciones que constituyeron una de las más grandes concentraciones urbanas del periodo Clásico mesoamericano.

Como parte del proceso para comprender el significado que encierran esos deteriorados remanentes pictóricos, uno se enfrenta con el gran problema de la destrucción, causada tanto por los factores naturales como por el ser humano que, por igual, obstruyen la posibilidad de analizar las figuras que han quedado incompletas, mutiladas o distorsionadas por varias causas.

De los fenómenos naturales que las han afectado a lo largo del tiempo se enlistan la erosión, la humedad, el salitre y otras sales que sirven de alimento a insectos y a otros microorganismos, el crecimiento de raíces que se adhieren al enlucido o al aplanado y otros factores biodegradantes que los carcomen día a día.

Los actos destructivos más comunes que los humanos efectúan, incluyen entre las sociedades antiguas y modernas, la mutilación y la consciente destrucción causada por miembros de la misma cultura que, ya sea por razones de ampliación, modificaciones arquitectónicas, cambios de situación o pensamiento político, ideológico, conceptos religiosos u otros motivos, han provocado un fuerte deterioro y destrucción de los

objetos artísticos y culturales.

Uno de los más frecuentes registros de dicha destrucción se encuentra en la mutilación o desaparición de la pintura mural que, habiéndose iniciando en el siglo XVIII o XIX, se ha incrementado en el siglo XX y en el XXI, a causa del eterno vandalismo originado, tanto por la ignorancia de quienes sienten amenazadas sus creencias, ante representaciones iconográficas ajenas a las que su dogma propicia (como pasó en el siglo XVI y sigue sucediendo en algunos sitios), que de la misma manera el saqueo destruye datos y objetos que en su afán de un ilícito enriquecimiento personal, ocasiona un perjuicio a nivel nacional.

Hay quienes han pensado que esos nefastos factores que atentan contra el patrimonio histórico cultural son externos y que en alguna forma sobrepasan la utópica posibilidad que nuestras instituciones tienen para detenerlos, puesto que sólo podrían ser combatidos en largas y continuas campañas de educación

cultural a nivel nacional e internacional.

Lo que resulta más doloroso y desconcertante aún, es presenciar que la intervención de los restauradores

autorizados por las instituciones nacionales que tienen a su cargo la investigación, protección y conservación de este patrimonio histórico, arqueológico y artístico, permitan que sean utilizados como campo de entrenamiento para los estudiantes de la carrera de conservación, para experimentar con nuevas fórmulas,

métodos y materiales, los cuales, como lo muestra la historia, años más tarde son declarados incongruentes de acuerdo a las normas de la conservación y la restauración internacional.

No hace falta recordar que en los primeros intentos por conservar los murales prehispánicos localizados en

Teotihuacán y Monte Albán aplicaron, con la mejor intención y buena voluntad, barnices como “la Laca Dulux diluida” (Villagra, 1945), sin saber que a través del tiempo se iba a oxidar, opacando la transparencia y la visibilidad de los elementos pintados, a la vez que obstruía la porosidad y la posibilidad respiratoria del muro. Un acto que propició la formación de bolsas internas de salitre y aceleró la creación de los micro y macroorganismos que lentamente influyeron en un progresivo deterioro.

En los primeros años del siglo XXI, el equipo de restauradores autorizados inició con gran acierto los trabajos de limpieza en los que lograron eliminar las gruesas capas de barniz que tanto daño causaron a los murales de Tepantitla, lo que permitió que se redescubrieran figuras que ya no se veían.

Sin embargo, después de más de sesenta años de errores y de destructivos experimentos no reversibles, resulta difícil entender cómo la Coordinación de Restauración y el Consejo de Arqueología no detuvieron

el trabajo en el punto en que lograran la limpieza y consolidación de las pinturas descubiertas e interpretadas por Alfonso Caso (1942), copiadas en dos versiones por Agustín Villagra (1945 y 1964) y publicadas por varios autores y otros pintores, puesto que consintieron que se restituyera el color del fondo y se

repintaran, completaran y hasta inventaran formas y diseños iconográficos, a criterio del restaurador.

En este acto, además de contravenirlas normas internacionales alcanzadas en los acuerdos de la UNESCO, desde la carta de Atenas (1931), la de Venecia (1964) y las normas de Quito (1968) por mencionar algunos que, con los que el propio Instituto Nacional de Antropología e Historia ha establecido sus normas sobre la conservación y protección del patrimonio cultural, cuando establece “que el objetivo más importante […] es señalar que la arqueología es una ciencia y no un hobby…para el dilettentti, como lo indica Daniel Schavelzon (1990:86).

Aún sin dudar que la intervención de los murales de Tepantitla respondió a un desmedido entusiasmo del restaurador, no se puede ignorar que sobrepasó las citadas reglas nacionales e internacionales

de la conservación, al restituir el color del fondo y completar las formas y figuras originales de acuerdo a su criterio personal que falsea la imagen original y proporciona información equivocada a

las futuras interpretaciones iconográficas.

Para ejemplificar algunas de las intervenciones que inventan formas y figuras inexistentes, modificando el diseño original, aquí se presentan tres casos comparativos, en los que se utilizan fotografías tomadas en los años 60 y 90, con otras tomadas en junio de este año después de la restitución-invención que transforma los trazos y el color originales.

En el extremo superior izquierdo (en relación al espectador), del Pórtico 2, mural 3, una franja sin pintura y sin el aplanado original separaba un conjunto de escenas conexas compuesta de figurillas jugando diversos tipos de juegos de pelota, en un ámbito pleno de mariposas.

En la restauración reciente, se rellenó el aplanado faltante y la pintura roja del fondo al mismo nivel de la original, sin señalar las modificaciones, como lo indican los cánones de la restauración cuando se trata de una intervención moderna, pues, sin comprender el diseño teotihuacano, inventaron las antenas de la mariposa al repintar el nuevo aplanado y el color del fondo (figs. 1a y 1b).

Otro ejemplo es el muro sur del Pórtico 2, mural 4 donde se representan dos vasijas de cerámica asociadas al estilo de la etapa Xolalpan (450-700 d.C.), la más pequeña corresponde a una escudilla de base anular (característica de la cerámica naranja delgado), de la que parece desbordarse un líquido de color verde o azul (no identificado) y en la que después de la restitución de forma y color parece que otro tipo de escudilla de base

cóncava, la cubre en posición invertida (figs. 2a, 2b y 2c).

Figura 1a. Tepantitla, Teotihuacán. Pórtico 2, mural 3,

extremo izquierdo superior del espectador. Mariposa y

jugador de pelota, antes de la restitución. Foto Pedro

Cuevas, 1990.



Figura 1b. Tepantitla, Teotihuacán. Pórtico 2, mural 3,

extremo izquierdo superior del espectador. Mariposa y

jugador de pelota, despues de la restitución. Foto Jesús

Galindo Trejo, junio, 2003.



Esta es la entrada del compañero ROBERTO GARCÍA GALICIA


Información de "La pintura mural prehispánica en México"

Boletín informativo, Junio de 2003

UNAM

Instituto de investigaciones estéticas


Otra interpretación del mural de Tepantitla

Existen varias interpretaciones de este mural, la mayoría asevera que el género de Tlaloc es masculino, pero en esta entrada se presenta una interpretación en la cual el género de este personaje es femenino.


"Se presentan evidencias a favor de que la deidad en el mural de Tepantitla podría corresponder a una diosa del agua o a la diosa del agua teotihuacana, aparentemente vinculada al Dios de la Lluvia, aunque de menor importancia que éste. En el mural de Tepantitla no sólo puede observarse a la diosa en cuestión, sino además, debajo de ella se aprecia el emblema del Dios de la Lluvia en un marco que podemos identificar como la cueva de la plataforma-montaña. En el arte teotihuacano tanto esta diosa como el Dios de la Lluvia aparecen como árboles cósmicos, al igual que Tláloc varios siglos más tarde. La Diosa de Tepantitla, pese a que según su naturaleza pertenece al universo acuático, en su papel de árbol cósmico parece encarnar la oposición interna agua-fuego de éste, exhibiendo además símbolos de fuego. También las cuatro trompetas de caracol ubicadas bajo el árbol cósmico de Tepantitla corresponden a los símbolos acuáticos de las direcciones cardinales, lo cual convierte a dicho árbol en el centro del universo."

Zoltán Pauliniyi


Fig 1-a El mural de la diosa en Tepantitla, Teotihuacán



Fig. 1-b Detalle de la diosa en el mural de Tepantitla



Fig. 2 La diosa de Tepantitla en un mural de Tetitla, Teotihuacán



"En primer lugar, me parece válida la observación hecha por Taube [1983] en cuanto a que la entidad en los murales de Tetitla parece vestir un quechquemitl (característica prenda femenina mesoamericana). Sin embargo, la vestimenta de la deidad en Tepantitla, la cual es nuestro principal objeto de estudio, no es visible; la deidad se encuentra acompañada por ofrendantes que tal vez portan un quechquemitl —la imagen no permite asegurarlo con certeza—, y al mismo tiempo no muestran taparrabo, muñequeras ni rodilleras flecadas, típicas de la vestimenta masculina. Por fortuna las imágenes de estos ofrendantes sí permiten reconocer orejeras y prendas largas con traslape por delante, lo cual deja pocas dudas en torno al género de sus dueños (Figura 4). Este tipo de orejera —con un colgante en forma de trapecio y emplumado en el borde inferior— es un elemento exclusivo en las representaciones de mujeres.2 Además, una imagen demuestra que el vestido de los acompañantes de la deidad es femenino: en una vasija pintada hay una persona con un quechquemitl y luce esta orejera en conjunto con la misma prenda larga que exhiben nuestras ofrendantes (Figura 5). Más tarde, en la época de la Conquista española esta vestimenta con traslape correspondió a un tipo de representación de la falda femenina (cueitl) en el Altiplano Central de México [Anawalt, 1990:33-35 (ejemplo 2q, figura 23, ejemplo 4n)]. En consecuencia, las figuras que acompañan a la Diosa de Tepantitla deben ser mujeres. Como estas ofrendantes portan el mismo tocado que la deidad de Tepantitla, así como sus pulseras y collar con varias hileras de cuentas esféricas, es razonable suponer que la deidad también tenga un carácter femenino: en la representación estaríamos frente a una diosa y sus sacerdotisas, aunque tampoco se puede excluir la posibilidad de que sean sacerdotes vestidos de mujeres."

Zoltán Pauliniyi



Fig. 4 Ofrendante del mural de Tepantitla



Fig. 5 Personaje femenino en una vasija estucada

La información se obtuvo de:


Paulinyi, Zoltán

La Diosa de Tepantitla en Teotihuacan: una nueva interpretación

Cuicuilco, Vol. 14, Núm. 41, septiembre-diciembre, 2007, pp. 243-272

Escuela Nacional de Antropología e Historia

México



lunes, 23 de mayo de 2011

Tlalocan "Recinto de Tlaloc"


Articulo que describe el paraiso terrenal y la mitica esencia del Tlalocan
FUENTE:
Tlalocan, “Recinto de Tlaloc”, Silvia Trejo, p. 65.
REVISTA ARQUEOLOGIA MEXICANA VOLUMEN XI
64. TEOTIHUACAN. CIUDAD DE MISTERIOS
De acuerdo a las imágenes publicadas en el libro “La pintura mural prehispánica”, la configuración de Tepantitla, dentro de Teotihuacán, se puede observar en el siguiente isométrico.






Hoy por hoy sabemos que cuando fueron descubiertas las edificaciones teotihuacanas estaban abandonadas, por lo que a ciencia cierta no se sabe con exactitud su manera de trabajar, de gobernar o simplemente de vivir, pero según las investigaciones de arqueólogos y considerando la información plasmada en los murales de este sitio se ha deducido que Tepantitla tuvo una ocupación habitacional, supuestamente por sacerdotes o bien por personas encargadas de presidir ciertos rituales.




En el isométrico se aprecia la forma típica de las zonas habitacionales, con su patio central y sus tres habitaciones en los costados cada una con su pequeño pórtico. Otro detalle importante por observar es la manera en que se jerarquiza algún área elevándola y frontalizandola con una escalinata.




Además del mural Tlalocan, también fueron hallados otros murales que muy probablemente representan la agricultura como el siguiente encontrado en el cuarto dos, en donde se aprecia un sacerdote sembrador.







Igualmente en el mural registrado en el pórtico 2 se ve lo que pudiera ser manos sembrando semillas, lo cual muy probablemente que las personas que habitaban en este sitio de alguna manera se dedicaban a la agricultura.




Y como estos existen otros murales, algunos de ellos en malas condiciones de conservación, pero por lo poco que hoy sabemos por medio de las investigaciones de renombrados arqueólogos nos damos cuenta que los teotihuacanos formaron una civilización con un gran avance constructivo y desde un punto de vista muy particular trataron de transmitirnos sus costumbres y conocimientos a través de sus pinturas murales las cuales están muy cerca de decirnos mucho más de lo que podemos ver.

martes, 17 de mayo de 2011

TEPANTITLA

Esta área habitacional antiguamente llamado “palacio” se localiza al noroeste del sitio arqueológico, en la Puerta 4, que se localiza cerca de la Pirámide del Sol. El gran aporte de este conjunto arquitectónico, es la obra conocida como el Tlalocan. Se trata de un mural que ha sido interpretado como el paraíso de Tláloc,que, según los mexicas, era el sitio de la morada del señor de la lluvia y de las semillas, adonde llegaban a su muerte quienes habían sucumbido alcanzados por un rayo o fallecimiento por hidropesía, ahogamiento o cualquier otra causa vinculada con el agua.




Mide alrededor de 1.20 metros de largo por 60 centímetros de alto.En él, hay representados una gran cantidad de individuos que están haciendo diversas actividades lúdicas, como cazando mariposas o jugando, hay una infinidad de especies de flora y fauna, así como ocho tipos diferentes del juego de pelota.


La escena se enmarca en un fondo rojo, en el que hay un cerro o montaña sagrada de la que brotan torrentes de agua, y en cuyo interior se resguardan granos de maíz, custodiados por tlaloques o ayudantes de Tláloc.En la parte superior de la pintura, a manera de nivel celeste, se encuentra el personaje central, Tláloc, dios de la lluvia, quien porta un enorme tocado con forma de ave y largas plumas verdes. De sus manos caen dones a la tierra. Al haber sido Teotihuacán una ciudad colorada, no podía faltar una representación de su principal deidad en este color.Se trata del mural Tláloc Rojo, divinidad que fue representada con un tocado del que brotan chorros de un líquido en el que se entremezclan ojos, flores y hojas.

La ocupación en Tepantitla osciló entre las fases Tlamimilolpa (225 - 350 d.C.) y Metepec (550 – 650 d.C.), posiblemente por la clase sacerdotal. Ya que la pintura parecía conformarse a la bien conocida tradición azteca de un paraíso gobernado por Tláloc, el dios masculino de la lluvia, y ya que la deidad parece poseer algunos atributos de Tláloc, el fallecido antropólogo mexicano doctor Alfonso Caso identificó el mural como Tlalocan, el paraíso de Tláloc.

Esa identificación ha soportado revisiones mayores en los últimos tiempos. Varios especialistas en el arte y la iconografía del México antiguo han llegado a reconocer a la figura central no como masculina sino femenina, lo cual retira al Tláloc del panteón azteca. En vez de eso, la deidad de Tepantitla aparece ahora como la una Gran Madre o una Diosa Madre, quizá relacionada con la gran deidad azteca de la fertilidad Xochiquetzal, Flor Preciosa, la Madre del Agua Terrestre.


En las próximas entradas seguiremos dando detalles sobre este y otros murales de la zona.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Teotihuacan

Teotihuacan, que en náhuatl significa:"La Ciudad de los Dioses" o "El lugar donde se hacen los dioses", es uno de los lugares más impresionantes de la República Mexicana y del mundo, siendo el sitio donde los conocimientos espirituales y materiales de los pueblos mesoamericanos, generaron la más alta expresión arquitectónica, urbanística y artística del continente americano.


La historia de Teotihuacan se inicia hacia el año 600 a.C., cuando algunas de las pequeñas aldeas agrícolas del Valle de México empezaron a especializarse en la elaboración de diversos productos, que con el tiempo, empezaron a intercambiar con los pueblos vecinos y ya para el año 200 a.C. esos pueblos se asentaron en la zona aportando sus respectivas filosofías y conocimientos en la elaboración de joyas, vasijas, herramientas, etc., lo que generó una gran efervescencia cultural y comercial que con el pasar de los años, motivaría que la influencia de la cultura teotihuacana se extendieran por todos los rincones de Mesoamérica.

Como muestra del alto grado de civilización que alcanzó esa cultura, hoy en día perduran algunos de las edificaciones prehispánicas más impresionantes del mundo, como la Pirámide del Sol (La segunda más grande de México), La Pirámide de la Luna, el Templo de Quetzalcóatl, entre otros, todos alineados alrededor de una gran avenida de más de 2 kilómetros que se ha dado por llamar "La Calle de los Muertos" debido al gran número de pequeñas pirámides que se encuentran a su paso, lo que hizo creer a los primeros arqueólogos de la zona que se trataba de mausoleos.

Quetzalcóatl

Asimismo, en esta zona arqueológica se encuentra un gran número de palacios como el de Quetzalpapalotl y varios murales muy bien conservados que nos narran de una manera muy refinada y bella la forma de ver el mundo de esta cultura, misma que desapareció de forma misteriosa, al parecer, por una serie de factores climáticos y sociales que provocaron su caída hacia el siglo VIII d.C.

La impresionante zona arqueológica de Teotihuacan se ubica al norte de la Ciudad de México y se puede acceder a través de la carretera a Pachuca. Al igual que en Cuicuilco o Chichen Itzá, en esta zona arqueológica se realizan festivales el día del equinoccio de primavera.